Si bien es cierto que el que nada arriesga, nada consigue, eso no quiere decir que no debamos controlar el riesgo.
Aceptar el reto de un emprendimiento implica aceptar el riesgo a fracasar, que siempre existe, pero eso no significa que no tengamos que hacer todo lo posible, todo lo que esté en nuestra mano, para lograr un resultado positivo.
Un buen estudio de mercado, invertir nuestros recursos en aquello que sea más necesario e intentar no dejar ningún cabo suelto.
Algo que a mi siempre me ha ido bien es calcular qué pasaría en el peor de los casos. Si frente al peor de los escenarios aún calculas que tu proyecto sobrevivirá, eso significa que es perfectamente viable.