Con 23 años empecé mi primera empresa, en una oficina en Barcelona, en la calle Diagonal, en un edificio modernista de Jujol.
Yo no tenía capital, el truco fue compartir la oficina con otros emprendedores: en el mismo apartamento estaba una inmobiliaria, un diseñador, varios estudiantes de arquitectura finalizando su proyecto de carrera y dos guías turísticas, que eran las que administraban el multidespacho.
Compartir tiene sus inconvenientes y sus ventajas, pero no deja de ser una muy buena opción en los inicios de un proyecto, cuando es más importante reducir los gastos para mantenerse hasta lograr ingresos interesantes.
Actualmente estoy en Bamako, Mali, iniciando el proyecto de Webmasters Sin Fronteras aquí en África, y hemos optado por compartir oficina, internet, luz y agua con otra empresa local, de un conocido.
Muchos proyectos de internet no necesitan de una oficina física, pero si la necesitas y tus recursos son limitados, compartir puede ser una buena opción.
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