Menéame es, desde hace casi dos décadas, uno de los agregadores sociales más relevantes del ecosistema digital español. Su valor no está en su código ni en su marca, sino en algo mucho más frágil: la comunidad de usuarios que envía enlaces, comenta, vota y mantiene viva la página.
Por eso resulta especialmente preocupante lo que está ocurriendo en los últimos días con Benjamí Villoslada, cofundador de la plataforma y hoy figura directiva y asesora en Menéame.
Mensajes públicos, tono privado
En el espacio denominado Nótame —una suerte de microblog interno visible para cualquier usuario— Villoslada ha publicado mensajes dirigidos a otros usuarios con un tono abiertamente insultante y despectivo. No se trata de interpretaciones ni de resúmenes: son textos literales, públicos y verificables.
Algunos ejemplos recientes:
“A lo que te salga de las pelotas. Contigo es imposible razonar nada.”
“Saber quien eres, algo tan patético como tú, puto cáncer murciano. Venga, a mimir.”
“Los matones siempre tuvieron gente así en la periferia de su toxicidad social. La pregunta es por qué algunos les laméis los huevos a esos indeseables.”
“Con tu pasta ingente, cómprate algo que le produzca placer… en internet encontrarás muchas cosas que vibran un montón solo con pilas baratísimas.”
No son citas sacadas de contexto ni una única salida de tono. El patrón se repite durante días, contra distintos usuarios, y con un lenguaje que en Menéame ha sido históricamente motivo de strike o expulsión cuando lo emplea cualquier otro participante.
El problema no es solo el insulto
En cualquier comunidad grande hay discusiones, sarcasmo y conflictos. El problema aquí es quién habla y desde dónde.
Benjamí Villoslada no es “un usuario más”:
- Es cofundador del proyecto.
- Es una figura pública asociada a la marca.
- Tiene influencia real en la dirección y el clima de la comunidad.
Cuando alguien con ese rol llama “cáncer” a usuarios, los deshumaniza o ridiculiza personalmente, el mensaje implícito es devastador: que el abuso verbal es tolerable —o incluso legítimo— si viene de arriba.
Una comunidad no se gestiona a golpes
Las comunidades online funcionan por un equilibrio delicado:
- los usuarios aportan el contenido,
- aceptan normas comunes,
- y confían en que la moderación será proporcional, imparcial y ejemplar.
Romper ese equilibrio desde la dirección tiene consecuencias previsibles:
- autocensura,
- huida de usuarios valiosos,
- polarización,
- y degradación del debate.
No es una cuestión de “mano dura” ni de “decir verdades incómodas”. La autoridad moral no se impone insultando, y menos aún en una plataforma que depende completamente de la participación voluntaria.
Informar no es atacar
Contar lo que está pasando no es un ataque personal. Es describir hechos públicos y plantear una reflexión legítima:
¿es esta la mejor forma de gestionar una comunidad que sostiene el producto con su tiempo y su contenido?
Menéame no es una empresa tradicional con empleados obedientes. Es una plaza pública digital. Y cuando quien tiene poder decide usarlo para humillar, el problema no es solo de formas: es de modelo.
Conclusión
Menéame ha sobrevivido muchos años gracias a su comunidad.
Pero ninguna comunidad aguanta indefinidamente el desprecio desde arriba.
Criticar esto no es “devaluar” la plataforma.
Es señalar un riesgo real: confundir liderazgo con confrontación permanente.
Y en internet, esa confusión casi siempre acaba igual: con menos voces, menos diversidad… y menos futuro.

